martes, 24 de mayo de 2011

Gabi, el Lampard del Zaragoza

Puede parecer oportunista escribir una entrada de blog como esta en un día como hoy, cuando en Zaragoza aún viven la resaca de la celebración por la permanencia de su equipo. Y digo que puede parecer oportunista porque estas líneas van dedicadas a Gabi, el héroe del partido que los maños ganaron al Levante, asegurándose así otro año más entre los más grandes del fútbol español.


Mi compañero de piso, con el que tengo arduos debates futbolísticos, sabe perfectamente la de veces que he destacado a Gabi. Siempre me pareció un jugador vital para un equipo como el Zaragoza y de hecho he apostado por él en todos los comunios en los que he jugado, puesto que se trata de una máquina de hacer puntos. Gabi ha sostenido al equipo defensivamente cuando éste más lo necesitaba, y también ha aportado grandes cosas al ataque maño, logrando un equilibrio difícil de conseguir y convirtiéndose en pieza clave para la ejecución de la transición defensa-ataque.

Gabi es uno de los centrocampistas que escasean en España, país en el que estamos acostumbrados a ver únicamente dos perfiles de futbolistas para el doble pivote. El primero de ellos, el mediocampista puramente defensivo y destructor, que da la bola rápido para que otro la juegue. Y es ahí donde entra el segundo perfil de jugador, aquel que es capaz de distribuir el balón con sentido, apostando por un futbol más asociativo y olvidándose hasta cierto punto de las labores defensivas. Gabi es una combinación de ambos perfiles, a lo que hay que añadir además su capacidad goleadora.


Y es que la llegada que tiene Gabi es una de sus principales características. Cuando agarra el balón y da el pase no duda en continuar la jugada, razón por la cual su cifra goleadora es considerablemente más alta que la de cualquier otro centrocampista perteneciente a un equipo de la parte media-baja de la tabla. Pero además de llegada, también posee un preciso y potente disparo, tal y como puede corroborar Munúa. De hecho, a balón parado es un especialista, tanto lanzando córners como colgando balones al área desde tres cuarto de campo. Si el gol de falta que marcó el sábado lo hubiese transformado Messi, aún estaríamos hablando de él.



No fue casualidad que Gabi jugase durante dos temporadas en un club como el Atlético de Madrid, en el que las exigencias son altas. Por eso, el centrocampista madrileño sabe manejar a la perfección la presión ambiental. Es un jugador al que nunca le supera la situación y sus compañeros los saben. Se trata del perfecto ejemplo de capitán al que el resto de jugadores tratan con respeto y admiración. Nunca se rinde, y eso en un mundo como el de hoy en día ya es mucho.

Probablemente, por sus características, Gabi debería haber probado ya suerte en Inglaterra, donde sin ninguna duda sería titular en al menos diez equipos de la Premier. Además, en el fútbol británico abundan los jugadores con sus características. De hecho, discutiendo sobre la valía de Gabi con mi celebérrimo compañero de piso, un día llegué a decir que Gabi era el Lampard del Zaragoza. Y puede que no exagerara tanto… De nuevo, el contexto determina la situación del futbolista. Si Gabi tuviese 22 años y debutase con un equipo grande sin arrugarse, ¿quién sabe hasta dónde podría llegar? De primeras, yo a día de hoy me lo llevaría a la selección…

viernes, 20 de mayo de 2011

El descenso del mejor jugador de la Premier League

Vivir en el filo de la navaja puede llegar a resultar muy excitante siempre y cuando no te cortes. Y es que como bien me dijo algún amigo algún día, arriesgarse está bien, pero sólo cuando acabas ganando. El West Ham conoce bien esa sensación. Se pasó gran parte de la temporada pasada coqueteando con el descenso, a punto de cortarse, pero al final se terminó salvando. Este año volvió a vivir lo mismo, sin embargo la suerte huye cuando la tientas demasiado. Hoy, el equipo del oeste de Londres es carne de la First Division, el equivalente a nuestra Segunda División de toda la vida.



Resulta extraño que un club al que pertenecen grandes jugadores como Green, Upson, Noble o Demba Ba pierda la categoría. Pero lo verdaderamente sorprendente de todo esto es que Parker, nombrado mejor jugador de la Premier League, haya descendido con este West Ham. El veterano aunque aún joven centrocampista inglés es uno de los futbolistas con más talento de Inglaterra. Combina a la perfección la habilidad para dar el pase largo con la facilidad para tocar en corto. Es un experto en superar líneas del rival con un pase y posee una llegada que le ha reportado una cifra de goles considerable esta temporada. Sin embargo, nada de eso le ha servido a su equipo para mantenerse en la máxima categoría del fútbol inglés.

Scott Parker destacó de forma considerable en aquel Charlton que se coló algunos años entre los más grandes. De allí pasó al Chelsea, donde no tuvo continuidad, siendo esta la única laguna de su carrera futbolística, ya que más tarde fichó por el Newcastle, donde realizó dos temporadas sensacionales. Volvió después a Londres, está vez al West Ham, para demostrarle a su vecino blue la calidad que atesoraba. Y vaya si lo hizo. El descenso de los Hammers no debe confundirnos. ¿Por qué diantres habría sido nombrado como el mejor de la Premier si no? 




Siempre he pensado que la valoración de un jugador está íntimamente ligada al contexto en el que vive. Messi adquirió pronto un nombre porque es muy bueno y porque comenzó en un club que gozaba de una dinámica positiva. Griezmann destacó esta temporada cuando la Real ganaba, pero ahora que las cosas no van bien apenas aparece. Maxi Rodríguez fue señalado con el dedo acusador de la afición del Liverpool hasta que Dalglish cambió el rumbo del grupo. Y así mil casos. Xavi no habría evitado el descenso del West Ham si jugase con los Hammers, y Parker sería reconocido como uno de los mejores jugadores del mundo si llevase el timón del Barcelona desde hace años. A veces es sorprendente la de cosas que dependen del contexto. Sahin, por ejemplo, deleita a la afición del Dortmund en Alemania porque se siente un líder. ¿Podrá hacer lo mismo en el Real Madrid viviendo a la sombra de la larga lista de cracks merengues?




El amor, la suerte, el destino, las relaciones personales… todas estas cosas dependen del contexto. Quizá sea este el factor más determinante a la hora de que las cosas salgan o se tuerzan. Wenger lucha continuamente por conseguir adelantarse al contexto, por ser él quien cree esas situaciones. Y si todos fuesen como Wenger en este aspecto un jugador como Parker valdría millones y millones de euros este verano. Esperemos que al menos disfrute la temporada que viene del contexto que se merece.

lunes, 16 de mayo de 2011

Historia de un fracaso

Cuando Ricardo Garrone, presidente de la Sampdoria, decidió vender a Pazzini y Cassano, probablemente no era consciente de la irresponsabilidad que acababa de cometer. Quizá Garrone pensó que un equipo que había quedado cuarto en el Calcio la temporada anterior no debería resentirse sobremanera si perdiese a sus dos hombres más importantes, por lo que decidió hacer caja y conformarse con aspiraciones deportivas menos exigentes. Quedar entre los ocho primeros parecía un objetivo fácil de alcanzar.



Pero hay una cuestión que Garrone pasó por alto. ¿Gracias a qué consiguió la Sampdoria alcanzar puestos de Liga de Campeones? Sin duda, el conjunto tuvo mucho que ver. La plantilla era compensada y los jugadores luchaban como leones en cada partido, apoyándose en un entramado defensivo más que notable. Pero eso no habría sido suficiente de no ser por las cabalgadas maradonianas de Cassano, o por los goles imposibles de Pazzini.

Sería hipócrita decir que la Samp ha descendido únicamente por la ausencia de estos dos cracks. Pero parece claro que si la delantera del equipo genovés hubiese permanecido intacta, el club seguiría siendo equipo de la Serie A.




Es cierto que los cambios en el banquillo han podido afectar al equipo. También la suplencia de Poli, un jugador que a mi entender podría haber dotado al equipo de la claridad a la hora de mover el balón que tanto han necesitado los genoveses. La inestabilidad también se trasladó, en la parte final de la temporada, a la zaga. Ya sea por lesión o por decisión técnica, jugadores vitales en años anteriores como Gastaldello, Zauri o Ziegler han tenido la opción de ayudar al equipo cuando este más lo necesitaba.

Los hombres que llegaron a Génova para compensar (o al menos para intentarlo) las bajas antes mencionadas, tanto en defensa como en ataque, tampoco demostraron que podían ganarse el puesto. Macarrone no marcó las diferencias en punta, Babiany dejó en evidencia a Benítez, que lo colocó de titular indiscutible en el Inter a principio de temporada y que nunca llegó a fraguar, y Macheda… ¿Qué decir de Macheda? Mientras su Manchester triunfa, él ha dejado claro que aún está muy verde para jugar al primer nivel. Dudo mucho que llegue a contar algún día para Ferguson.




Todas estas circunstancias han mandado a la Sampdoria, uno de los equipos con más historia de Italia, a la Serie B. El equipo de Garrone es el mejor ejemplo para demostrar que un club que logra llegar arriba no puede relajarse. No puede vender los muebles y dejar las habitaciones vacías confiando en la fuerza de la inercia. Equipos como el Sevilla, el Werder Bremen o el Aston Villa reflejan el fenómeno Sampdoria. Y es que cuando llega lo bueno hay que cuidarlo. No basta con conformarse con lo que se tiene y dejarse llevar. Es necesario continuar buscando alicientes que justifiquen las motivaciones por las que nos movemos. La Sampdoria encontró lo bueno el año pasado, no lo cuidó durante esta temporada, y ahora se encuentra en las cloacas del infierno. Y puede que se lo merezca.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Paseo hasta la peluquería

Llevaba casi tres meses sin pelarme. Mi padre no soportaba verme ni un día más con, según él, “esas melenas”. Para mí, “esas melenas” conforman un complejo conjunto escrupulosamente colocado que debe dar la sensación de que, sin apenas peinarme, voy más o menos bien. Y es que siempre he pensado que lo que está perfectamente planeado debe parecer espontáneo.

El caso es que esta tarde fui a cortarme el pelo. Y durante el camino hasta la peluquería, unos quince minutos, me puse a pensar en temas sobre los que podría hablar hoy en mi blog. Normalmente, ese corto espacio de tiempo lo dedico a planear cómo decirle al peluquero que ha de cortarme lo justo como para que no se noten mis incipientes entradas. Pero él suele hacer lo que le viene en gana, por lo que en vez de preocuparme por mi escasez de pelo dediqué todo el poder de mi mente a escoger un tema futbolístico no relacionado con el Barcelona-Real Madrid. 

Y decidí que el espectro de temas sobre los que elegir uno debía verse reducido en este punto ya que no consideraba conveniente hablar sobre las circunstancias en las que el Barcelona logró ayer el pase a la final de Wembley. No quería acordarme de dos arbitrajes más que dudosos, ni del gol anulado más extraño que he visto en toda mi insípida e insustancial vida. Tampoco quería escribir sobre el hecho de que el señor De Bleeckere pitara la gran de mayoría de faltas por balones divididos y disputados en igualdad de condiciones a favor del Barcelona. Y es que al menos cuatro contras madridistas que se iniciaban en tres cuartos de campo fueron desbaratadas por el árbitro, que consideraba que un robo limpio de Di María, Ronaldo o Kaká debía ser, forzosamente, ilegal. Aún recuerdo un balón perdido por Piqué ante el acoso de Di María. El argentino le robó el esférico y lo envió a Ronaldo, que encaraba la portería sólo aunque un poco esquinado. Pero De Bleeckere ya había hecho sonar su silbato por una falta que hizo reír incluso a Sergio Sauca.





Aun así, yo no quería hablar de esto. Simplemente llegué a la peluquería y me senté buscando en un tema de actualidad deportiva al que meter mano. De pronto, el señor peluquero comenzó a hablarme de los vergonzoso que es el doble discurso del Barcelona, de su ambiguo y dudoso señorío, de que los valores que ese club desprende no son en absoluto loables, ya que si así fuese, Pedrito no habría intentado ayer matar a Marcelo de una patada, ni tampoco habría hecho teatro junto a Busquets en el partido de ida. El señor peluquero se fue cabreando y yo me fui calentando también, y los dos coincidimos en que el fútbol que practica el Barcelona no tiene por qué ser el único. Hablamos de que el Carabanchel, el Manchester United o el Yokohama Marinos pueden tener otra manera de concebir este deporte sin que los tengan que meter en la cárcel por ello. Ambos dos (como dice un amigo mío) coincidimos con Gatti en la defensa del fútbol visceral y, para muchos culés, primitivo.



De pronto, me di cuenta de que entraba de nuevo en un terreno en el que no quería meterme. Así que cuando terminó la conversación, en mitad de la cual mi pelo sufrió un corte bastante pronunciado (habrá que darle unos días para que lo pueda moldear a mi gusto), pagué y me fui, maldiciendo mi suerte y buscando de qué coño hablar en este blog. Solo quería tratar un tema en concreto, pero no podía hacerlo. Así que decidí escribir sobre mi paseo hasta la peluquería. Porque tarde o temprano, todo el mundo necesita cortarse el pelo.